martes, 21 de septiembre de 2010

La desaparición del Bosque Negro


Súlien


Súlien miraba hacia el Norte, esperando que en cualquier momento el Enemigo estuviera sobre ellos. Morgoth ¿Quién era Morgoth y por qué quería destruir la paz en la que se encontraban?

Su mente viajaba hacia el Norte, le hubiera gustado poder viajar realmente para saber la cantidad de tropas que iban a llegar y cuál sería el mejor movimiento para detenerlos el tiempo suficiente y escapar…

Lómion ya no tenía esperanzas, ¿cómo podía tenerlas ella ahora? Nunca debió haber dicho esas cosas, ¿cómo iba a quitarles lo único que les quedaba? ¿Cómo se podía combatir contra algo a lo que ya se sabe de antemano no se puede destruir?

En esos momentos, mirando hacia el Norte un terror de otro mundo la invadió y entendió que esa era la mejor arma del enemigo…

-Súlien ¿estás bien?- Fëadîn la vio pálida y estaba realmente preocupado.

Ella no respondió enseguida, seguía mirando hacia el Norte por la ventana de la sala de reuniones, ya no había nadie allí, o eso creyó hasta que escuchó a Fëadîn.

-No, no estoy bien… Lómion no debió decir esas palabras… Él más que nadie tiene que darnos fuerzas para combatir, no tirar abajo todas nuestras esperanzas.

-Lo sé, opino igual que tú… Mi hermano dice que tendremos que ir a la muralla que a pesar de ser peligroso es la única forma que tenemos de frenarlos el tiempo suficiente y que los demás puedan llegar a Lórien.

-¿Vendrás a la muralla Fëadîn?

-Por supuesto, toda mi vida me preparé para esto ¿o te olvidas de todo lo que entrenamos juntos?

-No me olvido, pero ahora no puedo dejar de pensar que no va a servir de nada.

-Sí que servirá, nuestros amigos, nuestros familiares, nuestros hermanos, podrán llegar a un lugar seguro, eso significa que servirá.

Súlien miró a Fëadîn, su rostro estaba tranquilo, ya no veía en él el rostro de un niño, esos días los habían cambiado mucho, a ambos.



*****


Mapas, pergaminos antiguos, otros en blanco, tinta y pluma, se apilaban en el escritorio de Belengor.

Sabía lo que estaba pasando, él más que nadie sabía quién era Morgoth y con qué fin hacía todo eso… solo tenía un objetivo: destruir. Nada más le importaba, solo quería hacer lo que siempre había hecho, destruir las creaciones de los dioses. Pero parecía que ahora la ayuda de los dioses no llegaría.

Esta era la era del hombre y él lo sabía, los elfos no podrían hacer demasiado, ya quedaban tan pocos… Se quedó pensando en la canción que recitó el enano de las Montañas de Hierro, era una leyenda, pero… ¿quién la había recitado por primera vez? Eso no podía saberlo, todo sería más fácil si pudiera encontrar al creador de esas estrofas y preguntarle lo que significaban…

Según la “profecía”, si podía llamarla así, claramente había que encontrar a Andúril, pero él sabía que Aragorn la había perdido “El Día de las Lágrimas”… ¿y si ahora la tenía Morgoth? Quizás esa hubiera sido una razón válida para no atacar, la explicación era que estaba buscando la espada pero… si atacaba ahora, ¿significaba que ya la había encontrado?

Sabía que ahora él iba a tener que tomar el lugar de Lómion, claramente su amigo había caído en la desesperanza, y de allí, es muy difícil salir.

Se preguntó cuál había sido el sueño de su amigo, qué tan terrible había sido como para hacer quebrar la voluntad de un hombre valiente y sabio como él…

Se preguntó si Morgoth le había enviado esa visión, quizás no hubiera sido un sueño después de todo, sino un arma del enemigo…



*****



Esa noche Dormin puso a punto su armadura, su mandoble y luego decidió subir a la colina. Desde allí creía que podría ver al enemigo, pero era de noche y todavía estaban a unos diez días de viaje. Se sentó sobre una roca, tomó su pipa y se dispuso a hacer círculos y dibujos con el humo que salía de su boca.

Enemigos incontables, eso estaba bien, tenía que morir en algún momento por todo el mal que había causado, pero antes de eso iba a redimirse, o al menos iba a ayudar a los elfos en lo que pudiera, ellos habían sido los que lo rescataron, los que lo habían perdonado a pesar de su traición, su error, aquel que había caudado tantas muertes, y la caída de una ciudad invencible…

Las palabras de Galadriel resonaban en su mente una y otra vez:

“Llegará el momento en que podrás redimirte ‘Cazador’ y ese momento está cerca. Conocerás a una mujer, te enamorarás perdidamente de ella y la protegerás con tu vida”.

Había estado rodeado de elfos y la única mujer que conocía era Súlien y estaba seguro de que no era ella… entonces si en la muralla no había mujeres eso significaba que iba a abandonar el bosque, o lo iban a obligar a abandonarlo como parecía ser.

Pero después de todo eso era bueno, significaba solo una cosa, que iba a sobrevivir a lo que estaba por llegar desde el Norte, fuera lo que fuera.



*****

Borina estaba en la habitación que le habían asignado los elfos para que descansara de su viaje, su hermano había caído dormido apenas había apoyado su cabeza sobre la almohada, pero ella no podía.

Estaba pensando, pensando en la decisión que había tomado su pueblo. ¿Sabían qué era lo que estaba esperando en el Norte? Quizás por eso decidieron ocultarse, y si había escuchado bien, quizás la decisión no hubiera sido tan desacertada… pero ella no podía aceptarlo ¡era una cobardía! ¡cómo podían ocultarse sin pensar en todo lo que iba a pasar sobre la montaña! La ciudad del Valle, Erebor y luego el Bosque Negro, todo sería arrasado y ellos simplemente se ocultaron debajo la roca…

Ella no haría algo así, ella quería ayudar, fuera a los elfos o a los hombres y más si ese podía llegar a ser el fin del mundo como lo conocían… llamaban a su enemigo Morgoth, y parecía ser el Amo de Sauron del que hablaba la canción que había escuchado infinitas veces en su infancia… Quizás esa espada y la persona que la tuviera pudiera hacer la diferencia, era una esperanza, tenía que encontrarla, tenía que encontrar esa espada para poder ayudar a todos… ¿pero cómo? Quizás tendría que seguir a los elfos ahora, y luego, empezar una cruzada para buscar la espada perdida… Sí, eso haría, buscaría otros que quisieran ayudarla y comenzaría la búsqueda. No sería fácil pero ahora tenía un objetivo, ella iba a demostrarles que no todos los enanos eran cobardes.



*****



Erebor, ¿habría desaparecido ya su ciudad? Su Rey, su familia, sus compañeros de entrenamiento, sus amigos… ¿habrían escapado? ¿estarían ahora luchando por sus vidas?

Le habían dado la misión de buscar ayuda con los elfos, pero la realidad es que ellos tenían ya suficiente con sus propios problemas. Además, si iban a contener el ataque eso también iba a darle tiempo a su gente, a los que hubieran logrado escapar… aunque no podía estar seguro de eso, había salido antes de que todo empezara…

¿Debía regresar al Norte? Eso parecía imposible si un ejército venía hacia el sur… entonces quizás debería ir a ayudar a la muralla de los elfos.

Pensó en su gente, una y otra vez, Erebor la hermosa ciudad junto al lago… quizás nunca más la volvería a ver… esos malditos orcos iban a sentir su furia.



*****


Luiniel
-No eres tú Lómion ¿Qué es lo que te pasa?

Lómion la miró entristecido, ella tenía razón, no era él…

-No puedes hablar así enfrente de todos, los asustaste, les quitaste todas las esperanzas que tenían…

Lómion bajó la cabeza, sabía que lo que ella decía era verdad… había cometido un error, no debió haber hablado de ese sueño…

Vio de nuevo el fuego… las caras de sus amigos en los últimos momentos sufriendo las quemaduras… el bosque, los árboles incendiados, sin posibilidad de defenderse… Los animales corriendo hacia el sur sin resultado y siendo devorados por las flamas… y luego solo quedaba un desierto de seiscientos kilómetros, la tierra cuarteada sin posibilidad de que volviera a crecer allí nada verde.

¿Había sido un sueño? Ahora lo dudaba, quizás había sido una visión que el mismo Morgoth le había hecho tener… después de todo, él era el capitán del Bosque Negro, él iba a liderar a sus hombres pero ahora eso parecía imposible.

-Lómion ¿me estás escuchando?

Se acercó a él y notó que las lágrimas cubrían su rostro, ese rostro que evidenciaba años de sabiduría, ahora hecho añicos por la desesperación.

Apoyó su mano sobre su rostro pálido y le secó las lágrimas, él la miró una vez más, tan hermosa… tan fuerte…

-Lómion, este no será el final, será el principio… muchas batallas vendrán de ahora en más, debes ser fuerte porque de ti depende nuestro ejército.

La mujer que amaba desde que la había conocido, la mujer por la que sería capaz de enfrentar al fuego, o al mismo Morgoth lo hizo volver a este mundo. La abrazó y ella le correspondió el abrazo.

-Lo siento Luiniel, fue mi error, pero te juro que lo voy a enmendar.
-Sé que así será.
Tomó su rostro entre sus manos y lo besó dulcemente.

Al día siguiente cuando Lómion salió de su habitación supo que sería la última vez que lo vería, pero todavía no podía llorar, sus hombres la esperaban y ella tenía que despedirlos y darles ánimo. Ya habría tiempo para llorar cuando estuvieran a salvo en Lórien.

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