Año 27 de la Cuarta Edad
El reino de Arnor había florecido los últimos años, el Rey había logrado construir un gran castillo rodeado de una resistente muralla y alrededor de ella habían ido asentándose más y más casas pequeñas, todas de color blanco. Allí vivían hobbits, hombres, algunos enanos, pero muchos iban a conocer esta hermosa región que había resurgido de sus cenizas. El hermoso castillo blanco se encontraba a los pies del lago Evendim, rodeado por las llamadas Colinas del Crepúsculo y allí la vista era increíble, casi mágica.
Un día llegó allí un juglar, dicen que se instaló en una posada del pueblo y que varios lo escucharon entonar gloriosas coplas de guerreros que habían logrado lo imposible, de enemigos poderosos y de profecías antiguas. Pero había una copla, que hacía pocos años sus labios habían comenzado a entonar, nadie estaba seguro de que fuera cierta, y si bien al principio hablaba de sombras y oscuridad, al final dejaba vislumbrar un rayo de esperanza.
He aquí la copla:
Una Sombra Negra provino del oeste,
y oscureció los cielos y los mares de la Tierra Media.
En un negro barco surcó el mar
y a Sauron ha venido a vengar,
el hechicero enviado por los Valar
no ha podido con él y Morgoth volverá.
Ya no hay esperanza para el este,
el amo de Sauron ha llegado para destruirlo todo
y cubrir con cenizas la blanca nieve...
Pero no todo está dicho,
Ni predicho,
Porque la espada se ha perdido,
Narsil elegirá a su heredero,
Y Morgoth mismo temerá
A la espada que fue forjada de nuevo
A la espada que ya no está perdida
Y a la mano que la sostendrá.
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