jueves, 7 de octubre de 2010

Volver a Rivendell

Entrar en Rivendell era como entrar en un sueño, pero para aquellos que ya lo habían visitado el sueño era una mezcla de tristeza y nostalgia. Las magníficas estancias élficas ahora estaban vacías, apagadas, algunas enredaderas incluso habían entrado por las puertas de madera plateada. Pero casi todo estaba igual, como si todo se hubiera quedado dormido esperando a que alguien volviera a habitarlo.
Desde afuera no se llevaba a ver la ciudad, estaba en el fondo de un valle y las plantas y enredaderas la habían ocultado a ojos de quiénes podrían haberla destruido. El enemigo pasó muy cerca, pero no la vio, solo alguien que ya hubiera estado allí antes podría encontrar el lugar.
Las cascadas bañaban las enredaderas que crecieron todo alrededor, aunque sin llegar a deslucir la belleza que los elfos habían construido, al contrario, esa visión de Rivendell rodeada de árboles era maravillosa.
Aldariel estaba asombrada con todo lo que veía, jamás había visto ninguna residencia de los elfos y esta, a pesar de estar vacía, le fascinó. Cuando entró en la habitación lo primero que hizo fue correr las cortinas. La vista hacia afuera la impresionó, abajo el valle con el río corriendo a los pies de las montañas y las cascadas bajando desde los acantilados hasta encontrarse con él… el sol de la mañana bañando todo a su paso, la vista era mágica.
El sol iluminó una habitación sencilla, tenía una cama con doseles plateados, que ni siquiera parecían estar deslucidos, lo único que había era polvo, pero cambiando las sábanas y limpiando los muebles esa habitación brillaría como lo había hecho en su momento de mayor esplendor. Había un sillón contra la ventana para descansar o leer y una mesita con un florero, ahora vacío. Lo primero que abrió fue un mueble enorme, dentro había hileras e hileras de vestidos, de todos los colores del arco iris.
Ella pensó enseguida en probarse alguno, pero no se atrevía. Eândros le dijo que podía hacerlo, que eran el legado que habían dejado los elfos para los hombres. La dejó sola en la habitación y ella tomó un vestido de color celeste con una capa de color blanco bordada con hilos plateados. Se miró a un espejo y le gustó la visión que le devolvió. Con esa ropa todos podían parecer príncipes o princesas, aunque ella no lo era… pero ¿y si se casaba con Eldarion? Sería la reina de Gondor… Sacudió la cabeza, no quería pensar en eso aún…
Salió de la habitación, afuera estaba Belegnor, que le hizo una reverencia y Eândros que bajó su rodilla a tierra cuando la vio. Le pareció una situación algo extraña pero les agradeció cuando le dijeron que le quedaba muy bien el vestido. Ella sonrió pero también se puso colorada.
Esa tarde volvió a la misma habitación, cambió las sábanas, barrió el suelo y limpió los muebles, luego de algunas horas todo estaba limpio y cuando encendió las velas la habitación parecía iluminada por muchos colores, y todo brillaba como si fuera nuevo. Decidió investigar más en los cajones. Encontró joyas, broches, peines y peinetas, tiaras, hebillas, lo que Sumayyaa llamaba “maquillaje” y mucha ropa, de muchos estilos, había vestidos de gala, ropa para cabalgar, ropa para estar más cómodo, ropa de dormir, pero todo era muy elegante, incluso la ropa de dormir.
En un cajón de la mesita de noche encontró un libro, en realidad no era un libro, parecía ser un diario. La tapa estaba cubierta con una tela muy fina, de color dorado y tenía una flor bordada en plata, era muy bonita. Cuando lo abrió vio que la caligrafía era muy prolija y distinguida, estaba escrito en quenya y ella podía leerlo. No estaba completo, la tercera parte del cuaderno estaba en blanco. Quiso saber por qué habían dejado de escribir en él y leyó la última frase.

“Hoy Arwen Undómiel parte hacia su último destino, convertirse en una reina para los hombres y en una esposa que pueda hacer feliz a un Rey”.

Era el diario de la reina Arwen, la madre de Eldarion. Como si fuera un tesoro lo volvió a dejar en el cajón de la mesa de luz, no se atrevía a seguir leyendo, le pareció una invasión a su intimidad… ¿pero por qué lo habría dejado allí? ¿Ella querría que lo leyeran? ¿Debería consultarle a Eândros si podía leerlo? Le daba vergüenza preguntarle… Pero su curiosidad pudo más y volvió a sacar el diario de donde lo había guardado, pasó a la primera página y leyó:

DIA 1: REGRESO A RIVENDELL

“Volver a Rivendell siempre es como volver a un sueño. Mi padre y mis hermanos siempre me reciben como a una reina aunque no lo sea. Me pregunto cómo haremos para abandonar este hermoso lugar, la Tierra Media tiene paisajes tan hermosos… ni siquiera nuestras construcciones son rivales para semejantes maravillas. Sé que en algún momento tendremos que partir hacia el oeste, y seguramente allí todo sea tan hermoso… pero dejar Rivendell será muy doloroso. Ese es el destino de los elfos, tener que abandonar tantas cosas hermosas, dejar tantos recuerdos y seres queridos atrás… Estoy segura de que muchos no se irán y se quedarán aquí y no los volveremos a ver… eso es un poco triste”.

“Pero eso cualquiera puede olvidarlo aquí, todo es tan alegre, se escucha la música del arpa y la flauta mezcladas con el sonido del agua que cae de las cascadas, son una sinfonía que difícilmente cualquier juglar pueda igualar. Aquí todo parece salido de una canción. Las elfas se sientan en las terrazas a cocer, a escribir o a leer, el tiempo parece no trascurrir aquí, parece todo detenido e inmutable, como muchas cosas que hacemos los elfos, lo mismo ocurre en Lothlórien. Me pregunto por qué mi madre vivirá separada de mi padre allí… jamás se los pregunté y creo que no debo hacerlo, es la vida de ellos después de todo.”

“Lo primero que haré será conversar con mi padre y mis hermanos, de qué han hecho durante este tiempo que quizás para los hombres pueda ser muy largo pero para nosotros no es más que un suspiro… Luego recorreré los bosques, no hay nada más hermoso que los bosques de Rivendell en primavera, quizás solo Lórien en otoño pueda igualar su belleza.”

“He decidido que aprenderé el arte de la confección de vestimenta, me han dicho que las elfas de aquí lo hacen muy bien y hoy pude apreciarlo, tienen tantos hermosos vestidos… A pesar de haber estado aquí otras veces no lo había notado. Esta primavera comenzaré a confeccionar mis propios vestidos, también haré uno para llevarle a mi madre, tanto tiempo insistiéndome en que aprenda, debo compensarla con algo.”

“El sueño viene a mí, solo será una hora de descanso y luego emprenderé mi camino por Rivendell.”

DIA 2: OTRA FORMA DE VER EL MUNDO

“Pasear por los bosques de Rivendell siempre me había gustado, pero no fue hasta hoy que me di cuenta lo gris que había sido, no solo el bosque sino mi vida entera… Para nosotros nada cambia, así como no envejecemos nuestra propia vida es invariable… Hoy sentí que todo mi mundo había sido siempre gris, tantos años pasaron y no me había percatado de ello… hasta que lo conocí.”

“Me llamó Tinúviel, como habían llamado a mi tatara abuela. Venía cantando la balada que hace mucho tiempo un juglar cantó en honor a Beren y a ella. Tenía en su rostro la juventud y jovialidad de los hijos de los hombres y una sonrisa en su rostro. Creo que creyó que había entrado en un sueño, esos sueños a los que pueden llevar todas nuestras canciones”.

“No es más que un niño a mis ojos, me dijo que su nombre era Aragorn, hijo de Arathorn y que había estado viviendo aquí desde su niñez. En ese momento creo que por primera vez comprendí el destino que llevan sobre sus hombros. Los segundos hijos de Ilúvatar viven con pasión, todo lo que hacen lo disfrutan como si fuera la última vez, luchan por lo que quieren y siguen adelante con sus decisiones a pesar de todo. Sí, el corazón de los hombres puede corromperse más fácilmente pero ellos saben vivir el presente porque su futuro no es indefinido como el nuestro. Ellos saben que tarde o temprano envejecerán y morirán, y eso es lo que les da esa pasión y esa alegría que rara vez se ve en los primeros nacidos.”

“Aragorn, hijo de Arathorn, descendiente de Elendil es fiel exponente de esta idea, y no le importó estar hablando frente a frente a una mujer que tenía vividos muchos más inviernos que él… muchos...”

DIA 3: DESTINO

“Papá está muy enfadado, creo que es porque hablé con él. Sé que se preocupa por mí, aunque no debería hacerlo, jamás me sentí viva como me siento ahora, jamás había visto la vida como la veo desde que lo conocí. Sé que pertenece a la raza de los hombres de Númenor y que, a pesar de que vivirá muchos años, envejecerá y morirá… pero ¿cómo puedo pedirle a mi corazón que no lo ame? “Corazón ¿estás ahí? No lo ames, él morirá y tú no…” No creo que me responda y mucho menos que me haga caso…"

“Hoy fuimos a cabalgar, seguimos la corriente del Sorona hasta la cascada, el sol reflejado en las gotas lanzaba destellos que formaban un pequeño arcoíris ¿puede ser que no haya apreciado ese fenómeno antes? Claro, nunca había reparado en él ¿tan gris era mi mundo? No puedo hablar de esto con nadie, ni papá ni mis hermanos lo entenderían y Luiniel es muy pequeña aún…"

“Me pregunto qué pensará él...”


Aldariel se quedó dormida mientras leía. Fue cerrando los ojos hasta que el cuaderno quedó cerrado sobre su regazo.

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