lunes, 1 de noviembre de 2010

Si la luz es mi limosna, limpiaré la oscuridad para vivir en ella en paz


La noche habia caído. Tras un dia entero de cabalgar, y luchar al llegar, Belegnor habia dormido en una tienda común para soldados, por casi 2 horas, al atardecer. Ahora llovía, y sin pensar casi, se incorporó, dejó que la lluvia lave su cuerpo caminando lentamente bajo ella, y recien entonces llegó a donde estaban sus armas, se secó de mala manera y se las colocó. Luego enderezó sus pasos hacia los limites de la plaza fuerte que habian improvisado, y mientras la noche dejaba caer su manto sin estrellas, él tambien lloró, como el cielo y las piedras y el aire y el río y la gente parecían hacerlo en aquel momento. Pero sus dientes estaban apretados, y en sus ojos habia un fuego propio de los Primeros Nacidos cuando la ira que causa la injusticia se apodera de ellos.

Sabia que los guardianes estaban vigilando el perímetro, matando a los grupos de orcos que se refugiaban de la lluvia sin querer alejarse de sus "presas", acechando desde desde agujeros en las ruinas. Era necesario limpiar la zona, Belegnor mismo lo habia sugerido, y que mejor sugerencia que aquella que uno ayuda a cumplir. Ademas, le vendria bien cansar un poco los musculos y quemar un poco de furia. Aeglos estaba en su espalda, en la funda de cuero, y su espada-lanza curva en sus manos. Pronto se tiño de sangre oscura.

-FëEAGûL, ESE IMBÉCIL!!!!!!!

Los orcos que quedaban sentian la furia que su amo habia causado en el corazón del Elfo. Aunque sus palabras eran otras, y lo traicionaron.
Ni siquiera sabía a ciencia cierta si el Maia era el responsable de aquel rapto de la princesa, veinte años atras, pero la furia de Belegnor no encontraba razones para lo que habia ocurrido. Pero si habia sabiduria, o designios secretos aqui, él no podia verlos. Que bien podia hacer quitar a una hija de los brazos de su madre? por que no decirle al rey que se la habia llevado? por que no confiar en la fortaleza de la gente que entregó su trabajo, sangre, sudor y lágrimas para hacer de Arda Maculada su hogar, porque no tenian otro, peleando contra Sauron cuando parecia que todo estaba perdido? Por que quiso hacer todo solo? realmente no habia nadie en quien confiar? por que al menos no dar mas detalles a Bárbol?

Terminada la tarea y apagada la rabia, volvió con los soldados. Algo arrepentido, tomó la cabeza del Hijo de Morgoth y la enterró en las cercanias. El insulto a su amo estaba hecho, y no habia por que seguir humillando a aquel que antes habia sido un hijo inocente de los Dunedain. Luego se sentó, detras del perimetro de madera, sobre sus rodillas. Su llando no habia cesado, como tampoco la furia en sus ojos y sus dientes apretados, aunque sus musculos estaban ahora relajados, y poco a poco su torva faz cambió a una muy triste.

-Perdónenme, Señores del Occidente, pero no lo entiendo. Lo intento, lo intenté toda mi vida, por eso estudié sus hechos, y los de los héroes que lucharon contra la sombra con todas sus fuerzas, y los de los pueblos que crecieron a pesar de la amenaza del mal de Morgoth....-Que más nos pedirán a los hijos de Iluvatar? si por esto teniamos que pasar, el Hacedor debió hacernos mas fuertes....

Belegnor miró hacia arriba, al cielo oscuro, la lluvia de Ulmo mancillada por los Truenos y relampagos y el terror de Morgoth. Su mujer esperaba un hijo, el primero de los elfos en nacer despues de la desaparición de Lomion, una nueva esperanza para todos, pero una esperanza pequeña, amezanada por el fuego y el hierro y la oscura majestad de aquel que habia creado todo lo que no debia crearse. Que le quedaba? abandonar a los hombres a su suerte, como habian hecho tantos de los suyos, corriendo al regazo de los Valar, para que los cuiden hasta que el mundo se acabe? Belegnor no queria pensar en ellos como cobardes, pero por momentos no podia evitarlo. Amaba esta tierra, a su gente, y a las cosas hermosas que los Valar y sus hermanos elfos y sus hermanos menores humanos habian puesto en ella. Y no queria dejarla en manos de Morgoth ni de sus hijos ni de las sombras que heredarian su reino. No del todo.

Y en ese lugar, solo, juró algo que ya sabia que su corazon le pedia, que jamás embarcaria para el occidente por propia voluntad, y que se quedaria en las tierras de aquende a luchar contra lo que fuera, hasta que la muerte o el fin del mundo se lo impidieran. Y asi, se llamaria realmente moriquendi, elfo oscuro, aquel que se niega a ver la luz de Valinor. Si esa luz no llegaba a los rincones más humildes, tampoco la quería para el.

*****

Despues de eso, ya calmado, Belegnor se retiró. Iria a ver si podia mitigar un poco el dolor de aquellos jóvenes que no merecían sufrir y lo estaban haciendo como nadie. Aunque supiera que esa, aun mas que aquella que les esperaba contra Morgoth, era una pelea perdida.

En la pequeña tienda que le habían asignado se quitó la armadura y la ropa, las limpió con agua y salió afuera a que la lluvia, aún copiosa, lo lave de la sangre, el sudor y el cansancio de aquel duro día, el primero que pasaba en la batalla de Ossigliath. Lavó también su armadura y dejó las ropas afuera a que la lluvia se encargue.

De nuevo dentro de la tienda se secó, se puso ropas limpias y secó también su armadura, dejándola lista para el día siguiente. Luego se echó en la litera de campamento, donde durmió por algo más de una hora. Repuesto del cansancio, se incorporó, se puso ropas de viaje aptas para pasear bajo la lluvia, y salió. En aquel momento eran las tres y media de la mañana y aún llovía sin que pareciera que fuera a detenerse nunca, pero ya no tenía la furia del principio. Caía suave pero muy densa, y el cielo estaba totalmente cubierto de oscuridad y relámpagos, y Belegnor caminó debajo de ella hasta la tienda Real, ubicada en un sector especial del campamento.

Allí, cerca de la entrada de la amplia carpa, estaba sentado Dormin, el maestro herrero de los Enanos. Miraba hacia la tienda donde seguramente dormía la mujer que había cautivado su alma y que era su esperanza de redención. Allí, en silencio, fumaba su pipa. Belegnor se había quitado su armadura. El Elfo no podía decir si el rostro de Dormin expresaba enojo, tristeza o ambas a la vez, pero realmente parecía decidido a ir a matar a alguien…

El rostro del elfo no era mucho menos terrible en aquel instante, y mientras ambos hacían caso omiso de la lluvia que caía, se sentó junto al enano, que fumaba su eterna pipa, y con aspecto derrotado, le preguntó: -Alguna novedad?
-No- Respondió Dormin, muy secamente

El enano no hablaba, pero la presión del momento podía sentirse en el aire. Las cosas habían terminado de acomodarse, y no de manera favorable.
-Si se les ocurre hacer alguna locura, Señor Dormin, por favor notifíquenme, no los delataré.- Comentó, inútilmente, Belegnor, creyendo haber leído cierta intención.

No obtuvo respuesta alguna, y hubo un largo rato de silencio, en el cual ambos miraban con ojos ausentas las gotas que caían sin cesar. El elfo se levantó, casi cuando se agotó de estar sentado, para acercarse más a la tienda. Pese a sus esfuerzos y a la lluvia, sus manos aún tenían manchas de sangre. Allí se quedó, indeciso un instante, pues no quería molestar pero pero tampoco dejar de ofrecer su apoyo ante la complicada situación. Pero los instantes de los Elfos a veces duran horas, y temiendo despertar a alguien esperó, ya que no había ningún ruido adentro, y bajo la lluvia se quedó, sentado como el enano en algún promotorio que encontró, asegurándose de quitarse de encima toda la rabia mientras el agua lo mojaba, hasta que llegó la mañana. Recién a las siete de la mañana empezó a aflojar la lluvia; entonces ya había amanecido, pero el cielo continuaba nublado, y pese a la humedad, el verano lograba que no fuera una mañana fría en absoluto.

El Elfo se había quedado vigilando la tienda. En un momento, finalmente, Aldariel salió. El desorden en el que tenía su hermoso cabello era el mismo que le había quedado después de la batalla. Seguía con el traje élfico masculino con el que había peleado el día anterior, aún manchado de sangre, y Narsil colgada en la cintura, sin demasiada ceremonia. Se restregaba los ojos de manera natural para quien ha dormido profundamente luego de mucho cansancio.

-Aldariel- Empezó a decir el Elfo -Buenos Dias, o algo asi como buenos-
-Buenos Días Belegnor- dijo la chica -Estuviste esperando aquí?
-Se acabaron los orcos- Dijo el Bibliotecario con una mueca que intentaba ser irónica
-¿Tantos mataron?- Preguntó ella inocentemente
-Sólo los que estaban por aqui, en las ruinas, presos de la lluvia- le respondió Belegnor, con una sonrisa amarga y agregando -Como estas? como esta la herida de Eldarion?
-No es esa herida la que le duele- Dijo Aldariel con tristeza -Pero ahora está dormido-

El Elfo adoptó una actitud seria y dijo -Queria decirte que estoy disgustado contigo-

Se refería obviamente a cuando la chica se había escapado, en medio de la batalla, para socorrer a Eldarion. -Si querias hacer eso, debiste avisarnos, no te hubiera detenido- dijo, con calma

-Lo siento, pero le avisé a mi maestro... no pude esperar- Al verse regañada, la Princesa pródiga estuvo a punto de ponerse a llorar -Lo siento-

Belegnor aclaró, hablando más lentamente aún -No soy tu padre, ni tu tutor, somos amigos, y estamos peleando la misma pelea, pero necesito saber donde estas.- luego se acercó y la tomó por los hombros -Si no se podía esperar, nos decías, y no esperábamos, pero no así.-

Ella dijo entonces -No sé si se podía esperar o no, yo solo quería llegar a ayudarlo, lo siento...- repitió

El Elfo sonrió afablemente –Está bien- dijo -De todos modos salió todo bien, no fue un error, solo fuiste descuidada.-

Había dejado de llover hacía un rato, y Belegnor estaba sentado cerca de la tienda. Hubo un instante de silencio mientras ella se sentaba también. Tras unos instantes, el Elfo rompió diciendo, en Quenya antiguo:
-Acerca de la otra herida, Aldariel, quería decirte que, decidas lo que decidas, Belegnor el Elfo Oscuro no te va a juzgar.

Ella comprendió y respondió -Yo... no es algo que tenga que decidir, lo que siento no voy a poder cambiarlo decidiendo...-

A lo que le dijeron -Lo se. Pero lo que sientes está adentro tuyo, y créeme que por eso nadie puede juzgarte aunque quiera. De todos modos, habrá decisiones…….- Belegnor pensaba en qué sería de los príncipes si esta guerra salía bien. Era gracioso, ya varias veces había pensado en la ironía de la situación: nunca un hijo de Iluvatar había derrotado a Morgoth, y sin embargo ellos estaban más preocupados por lo que sucedería luego. Sería aquel un truco de Morgoth para que no pensaran en la batalla final, y de ese modo olvidaran poner su corazón en ella?

Pero al menos Belegnor, pensaba mucho en esa batalla. No podía dejar de pensar que todos sus años de estudio habían sido exclusivamente para prepararlo para ese momento. Y el corazón le decía que la confianza de los jóvenes no era infundada, y que el Mal Mayor no saldría vivo de enfrentar a los Siete Brillos. Pero un negro presentimiento lo invadía cada vez más con respecto a la joven mujer que tenía delante: que ella sería de los que pagarían esa victoria con su vida, y no por falta de habilidad, sino por su arrojo y valor justamente. Por eso no se atrevía a regañarla por su relación con su hermano, ni por nada más, porque temía ese negro pensamiento, que le parecía injusto, y no quería que sufriera ninguna otra infelicidad mas allá de la enorme que ya cargaba en sus hombros. Y así dijo:

-Y sin embargo, si quiero pedirte algo, algo que no se si podras cumplir, pero que de todos modos te pediré

Aldariel miró al Elfo, intrigada.
-Quiero que sobrevivas a esto.- le dijo el antiguo bibliotecario, prácticamente dando a conocer sus temores -Sé lo que estas pensando, lo veo en tus ojos, lo veo en los movimientos cuando luchas. Peleas sin apego a la vida.- Ya que además de sus temores, en lo más inmediato temía Belegnor que la joven pareja, y tal vez Dormin, quisieran cumplir el destino de Morgoth ellos solo. Y agregó entonces -Tal vez Morgoth sea demasiado para nosotros, y acabemos como la paja en un incendio. Pero, si logramos lo imposible, y lo derrotamos, no quiero que el maldito muera con la victoria en el alma de haber tomado tu vida.

-No voy a morirme, tengo que protegerlo y no puedo hacerlo si muero- Respondió Aldariel, comprendiendo los temores del Elfo, pero tratando de apartarlos, aunque dijo -Al menos no ahora- y entonces habló con orgullo y desafío, alimentados por el dolor de lo que vivía –Y si mi destino es morir luchando con Morgoth que así sea-

Belegnor cerró los ojos un instante, y al volver a abrirlos dijo -Si tu destino es ese, no podre cambiarlo yo. Pero si aun no esta escrito quien morira en esa lucha, no quiero que abraces ese destino antes de que sea-

Y luego suavizó el tono, que ya le parecía demasiado pesado, inapropiado para el difícil momento que vivían -Como dije, no sé si podrás, porque yo sé que nada te detendra hasta estar frente al Maldito. Pero al mismo tiempo dices "al menos no ahora". Y por eso temo que no quieras vivir cuando esto haya terminado, aunque termine de la manera que queremos.-

Ella no dijo nada más. Aquellas palabras le habían sacado a flor de piel el dolor que la atormentaba, por el amor condenado que sentía por su hermano el Príncipe de Gondor, y parecía que se iba a echar a llorar en cualquier momento.

El Bibliotecario entonces se acercó y le cruzó el brazo por encima del hombro, y ella lo abrazó.

-Lo siento- dijo él -Pero tenía que pedírtelo, aunque duela.-

Y luego agregó, casi reflexionando:
-Me da mucha rabia cuando las cosas buenas de este mundo son mancilladas, y te digo esto: NADA, ni el mismo fin de sus días, le dolerá tanto a Morgoth como si ustedes dos salen vivos de esto y vuelven a sonreír- y agregó -Recuerda a Tulkas, que es el Vala más temido por Morgoth, no por su fuerza, que le es temible, sino por su risa, que no puede detener ni ensombrecer.

Y Aldariel contenstó, en el mismo tono.
-Me gustaría ser como él, pero no lo soy...Nadie más que yo quisiera poder hacerlo- y luego
-Ojalá nada de esto hubiera pasado, ojalá no tendría que ver a Eldarion destruido por esto- y después, volviendo a sollozar –Pero no, no puedo ser como Tulkas.

Y un instante después, ya con los ojos secos, agregó -Tampoco puedo pensar en lo que vendrá después porque solo me trae más dolor, y más aún prefiero morir en manos de Morgoth que volver a Gondor siendo su hermana, no voy a poder cumplir ese papel, nunca-

-Ninguno de nosotros puede pensar claramente en lo que vendrá después y yo no te pido eso. Solo te pido que, real y sinceramente, no te adelantes a lo que pasará. Y que trates de arrancarle esa victoria también, de las manos, al enemigo – Dijo Belegnor, y sentenció -La victoria de haber matado tu alegria, que cree que ya es suya.

Y Aldariel habló, firme y amarga -Quizás haya ganado mi alegría, pero ahora toda Minas Tirith, todo Gondor tendrá esperanzas, y las esperanzas y la alegría de mucha gente lo pondrá más furioso que el haber ganado la mía- Y agregó -Si yo soy la esperanza de Gondor, si mi luz puede iluminar el camino de toda esa gente, aunque esté muriendo por dentro voy a hacer que brille para ellos-

-Me alegra que pienses asi- Dijo el Elfo con un rostro apacible -Pero hay algo mas que debo decirte. Hablaste de despues no podras volver a Gondor y cumplir el papel de su hermana....- y luego continuó diciendo -No hay solucion para la peor parte de eso, ya que no hay forma de que ocupes el lugar que te pide tu corazon.-

-Sin embargo, tampoco tienes por que ocupar ese luegar que te preocupa. Hay otra opcion.- Sentenció Belegnor y prosiguió.
-Eres joven, y la hija de Arwen Undoniel....puedes contarte entre nosotros, y empezar de cero. Sin olvidar el pasado, pero sin atarte a la condena o morir para evitarla.-

Luego empezó a narrar -Tu abuelo Elrond, fue un caudillo de los hombres, codo a codo con su hermano Elros, primer rey de Numenor, antes de decidir a que linaje encadenar su destino, por eso fue llamado Medio Elfo hasta miles de años despues de que decidiera su camino.-

Y continuó
-Pero cuando los Valar destruyeron el poder de Morgoth, Elrond no luchó con los Elfos, sino en las filas de los hombres, y solo luego de la guerra decidio contarse entre los Primeros Nacidos-

Y terminó diciendo
-Se que es dificil y que quiza no es lo que desees, pero en nombre de los mios te pido que lo pienses. Y que pienses que, si lo eliges, tu madre tendra para siempre algo que le habrá quedado de su amor por Aragorn Elessar, cuando los reinos de los hombres lo hayan olvidado o sea solo un lejano recuerdo de mármol.-

Pero Aldariel comenzó a responder
-Este tiempo que viajé con ustedes estuve leyendo el diario de mi madre- y prosiguió -Ella siempre supo lo que significaba estar enamorada de un hombre siendo ella inmortal…y aún así decidió seguirlo y vivir junto a él por el tiempo que pudiera hacerlo- Y agregó -Ese es el amor que mi madre sintió siempre por mi padre-

Para responder finalmente
-Lo siento Belegnor, pero yo seguiré el mismo camino que Eldarion, sea el camino de la muerte, o el camino de la vida-

Belegnor insistió tímidamente
-Pero has dicho que no podrás ocupar el papel que te corresponde si el destino decide que sea el de la vida…-

-No- Dijo Aldariel con tono decidido -Porque en ese caso, no volveré a Gondor-

El Elfo se quedó mirando a la joven, sin saber que pensar. Intentaría escapar con Eldarion? No, más bien pensaba desaparecer, sola, como había aparecido, dejando a Eldarion con su destino y llevándose su tristeza con ella. Y habiendo recibido una respuesta cabal, dijo entonces:

-No preguntaré más, solo te pido que no te cierres a las posibilidades que dejó Illuvatar para sus hijos, las pocas que no han sido mancilladas, y te digo que no debes decidir ahora, ni tengo yo autoridad para pedirtelo, ni me daré por respondido hasta que esto no termine…-

Y agregó, en tono más animado
-Pero hay algo que debes decidir ahora mismo, y es algo que tu madre dejó en tus manos-

Y después de un instante sentenció:
-Luthien, o Aldariel, tu decides el nombre del portador de Narsil.- agregando en tono muy firme -Y nadie podra cuestionar esa decision.-

Y Respondió Aldariel
-Gondor necesita a Lúthien y así será, pero me gustaría que mis amigos continuaran llamandome Aldariel... aunque no sé si en estos momentos eso será posible...-
-La reina dijo que la decision era tuya. Y Gondor debera acatar lo que diga su Reina y su princesa.- Respondió Belegnor, y poniéndose de pie y como anuncio, dijo

-Asíque Aldariel, perdición de Morgoth, y Guía de los Siete Brillos, prepara tu corazón para cumplir tu destino, que tu mano no tiemble, y sí lo haga el valor de nuestros enemigos!

Y ella confesó al fin
-Me gustaría no cambiar mi nombre, mi padre Bárbol y todos los ents lo eligieron para mí, y si no fuera por ellos yo no estaría aquí ahora...- pero ponderó aún -Pero quizás la gente de Gondor necesite a la princesa Lúthien más que a Aldariel, una niña criada en el bosque de los ents... aunque sean la misma persona...-

Pero Belegnor, dirigiéndole la mirada de nuevo, dijo, en todo firme -La gente de Gondor necesita a su princesa, se llame como se llame, seras Aldariel si asi lo deseas, aunque sea para nosotros....el resto te llamará como su corazon el pida.-

-Que así sea Belegnor- Dijo ella tranquila, agregando -Hay algo que me gustaría hacer, parece que esta lluvia entristeció a todos aquí... y ahora ya puedo cantar de nuevo-

Y Aldariel empezó a entonar la balada de Beren y Luthien. No muy lejos, se escuchaba la voz de Dormin, cantando también, mientras Aldariel se encaminaba hacia él. Y el Elfo que No Canta se puso a escuchar al enano cantar. Dormin y Aldariel cantaban y algunos más se les unían. Sntado en una rueda de carreta, no hizo nada más y simplemente oía la canción, y oía también a todo Ossgiliath despertar cantando la Balada de Beren y Luthien, interpretada por el maestro herrero y la joven descendiente de esos dos enamorados de las leyendas.


(escribió Patanikus)

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