lunes, 15 de noviembre de 2010

Minas Tirith, la ciudad del dolor

Minas Tirith estaba muy diferente a la última vez que la habían visto, la esperanza y la alegría parecían haberse borrado de ese lugar tan rápido como habían llegado. Los rumores habían recorrido rápidamente los siete niveles de la ciudad y no pasó mucho hasta que todo el pueblo se enteró. La princesa había combatido en Arnor, a nadie le sorprendió porque ella era la que empuñaba a Narsil, pero el otro rumor… El príncipe Eldarion se había enamorado por fin en Arnor y la afortunada había sido una muchacha llamada Aldariel, pero no faltó mucho para que alguien que la había visto en Arnor y la había visto en Osgiliath llevara la noticia. La princesa y Aldariel eran la misma persona. El príncipe y ella eran hermanos.
Toda la ciudad se sumió en una profunda tristeza, otra vez Gondor había sido golpeada, esta vez por un enemigo invisible.

Eândros curó a Aldariel en el camino, la herida que tenía en el brazo se había cerrado pero la cicatriz quedaría para siempre. Ella había dormido todo el camino y aún dormía cuando la dejó en su propio cuarto. Eldarion se quedó a su lado, pero él no le dijo nada.

Eldarion se sentó sobre la cama y veló su sueño, la miró con esos ojos tristes pero enamorados. Ella parecía tranquila y dormía apaciblemente.
Otra vez esa risa chilló en su mente, como ya hacía varios días.

-Eres demasiado molesto- le dijo.
-Y tú eres demasiado patético ¿por qué no vienes conmigo? Después de todo esa arma que llevas me pertenece, tarde o temprano volverá a mí.
-No dudo que lo hará, pero volverá a ti el día que te corte la cabeza.
-¿Cuánto tiempo seguirás pretendiendo que no te importa? Ella es tu hermana, sabes muy bien que no puedes estar con ella.
Eldarion se quedó un momento en silencio, aunque esta conversación no se desarrollaba por medio de palabras porque se desarrollaba directamente en su interior.
-Lo sé, pero no por eso voy a unirme a ti.
-Tú te lo pierdes, yo podría volver el tiempo atrás y hacer que todo esto no pase.
-Ya me tienes harto, ojalá pudiera alejarte de mi cabeza solo para dejar de escucharte decir esas estupideces.
-Tarde o temprano tendré lo que quiero, puedes dármelo ahora o sufrir mientras tanto.
-No me importa sufrir, porque este sufrimiento es por el amor que siento hacia ella, algo que tú jamás comprenderás.

La voz desapareció otra vez. Morgoth seguía tentándolo para que se uniera a sus fuerzas, ya tenía suficientes huestes en sus filas como para querer a alguien más, solo su retorcida mente sabía para qué. Miró donde había dejado la espada, era muy negra, tanto que no parecía de metal sino forjada con la oscuridad misma, pero al tacto era fría como cualquier otra espada. Siempre la dejaba en su vaina, no quería que nadie más salvo él la tocara, la maldición de Morgoth se quedaría allí con él y no pasaría a nadie más.
Pasaron algunas horas, todo ese tiempo estuvo a su lado, observándola mientras dormía. En un momento pareció que su sueño se había vuelto una pesadilla, cuando quiso despertarla ella abrió los ojos y lo miró, enseguida se incorporó y lo abrazó fuertemente.
-Eldarion, estás bien… tuve un sueño horrible… Te vi morir en Osgiliath…- dijo sollozando.
-Tranquila, tranquila, aquí estoy. La que pudo morir en Osgiliath fuiste tú, debiste tener más cuidado.
-Lo siento…
-No te estoy retando, sé cómo eres y sé que quieres ayudar, pero no servirá de mucho si te lastiman y tienes que dejar el combate.
-¿Están todos bien?
-Sí, tus amigos están todos bien. Se quedaron tranquilos porque Eândros te curó en el camino.
-¿Qué pasó? ¿Perdimos la batalla?
-Tuvimos que dejar Osgiliath, venían más enemigos desde el Norte.
-¿Y ahora qué pasará?
-La defensa será aquí en Minas Tirith.
-Nosotros no podemos quedarnos aquí…
-No, él no vendrá, tendremos que ir a buscarlo.
-Pero no sabemos dónde está…
-Yo sí sé dónde está.
Ella lo miró y él entendió enseguida lo que le estaba preguntando con la mirada.
-Está en Mordor, y no te preocupes, creo que él no sabe que tengo este tipo de conexión con él.
-Sea lo que sea que te hizo o te esté haciendo, todavía no pudo quitarte ese brillo de los ojos.
-Y no lo hará, ha querido corromperme varias veces desde que supo que tengo la espada, eso significa que no le beneficia que yo la tenga.
-¿Hace mucho que la tenés?
-Sí… hace doce años.
Él notó que ella lo miraba queriendo saber la historia así que comenzó a contarle:
-“Había cumplido los quince años, ya para esos entonces había combatido en muchas batallas contra los orcos de Mordor, y cada dos o tres meses iba con mis guardias a visitar a Faramir a Ithilien, él es como mi segundo padre, porque fue el que me crió cuando era pequeño. Un día fui solo, no lleve a ninguno de mis guardias, solo le avisé que me iba a uno de mis maestros y partí. Crucé como siempre el puente en Osgiliath y me encaminé hacia Emyn Arnen, ese lugar era mi refugio, a orillas del río grande y con las últimas elevaciones de las montañas blancas a la derecha, siempre encontraba paz en ese lugar. Me gustaba recorrerlas de lado a lado hasta llegar al camino de Harad. Había caminos mucho más fáciles de recorrer pero a mí siempre me gustaron los retos y no me costaba demasiado cruzar las colinas.
Aldariel sonrió y siguió escuchándolo atentamente.
“Pero ese día encontré un lugar al que nunca había prestado atención, una pequeña cueva que se incrustaba en una de las salientes. No recordaba ese lugar, nunca lo había visto. Me dirigí hacia el oeste hasta que alcancé la elevación donde la cueva tenía su abertura. Observé cuidadosamente desde afuera pero parecía no haber nadie allí. Desenvainé mi espada y entré con precaución, pensé que quizás podría ser el refugio de alguna criatura, pero no había nadie. El lugar estaba desierto.
“La cueva tenía una iluminación que parecía provenir de algún lugar más profundo, caminé adentrándome cada vez más en la guarida y llegué a una curva. La luz parecía venir del otro lado. Me asomé para observar de dónde salía la luz, y me sorprendió ver que la misma salía de una espada que se encontraba sobre una especie de altar blanco. Me acerqué y me quedé como maravillado con el arma, era una espada que parecía fabricada por algún gran herrero del pasado, o con grandes conocimientos en el arte de la forja. Una espada negra que brillaba con una luz blanca. Me pregunté quién la habría dejado allí y traté de tomarla por la empuñadura pero alguna fuerza me lo impidió. Sin embargo no iba a irme sin esa espada, era como si alguien la hubiera puesto allí para mí. Era muy joven y aún no llegaba a entender muchas cosas...
“Miré hacia la parte frontal del altar y vi que había escritas unas runas en el idioma antiguo que se había usado en Numénor mucho tiempo atrás pero pude leerlas, decía “Solo una persona puede blandirme, alguien que sea capaz de soportar un gran dolor, porque soy Fuinmakil y estoy maldita por el Amo Oscuro y solo traeré desgracias a la persona que me porte"
“Un gran dolor, jamás habrá un dolor tan grande como haber perdido a mi hermana frente a mis propios ojos y no haber podido hacer nada, ningún dolor se comparará con éste” fue lo que pensé, al momento volví a tomar la empuñadura de la espada y ésta vez pude sostenerla.
“Sé que voy a saber cuál será el momento de usarte, no será hoy, ni será mañana, pero estoy seguro que sabré cuando hacerlo.”
Hasta que no supe quién eras no comprendí que significaban esas palabras, creo que la espada tenía una única maldición, dejar caer sobre la persona que la portara el peor dolor que pudiera sentir...
Jamás hablé a nadie de la espada ni siquiera a mi madre. La oculté en una de las torres, bajo llave y donde nunca nadie se le ocurriría abrir jamás, la habitación donde habías dormido tú hasta que el enemigo te llevara de nuestro lado...
-No fue el enemigo el que me llevó de aquí, fue Fëagûl.
-¿Fëagûl?
-Sí, él quiso protegerme y por eso me sacó del castillo.
-¿Cómo sabes eso?
-Eândros lo dijo, habló con él cuando tú ya te habías ido de aquí. Él no sabía nada... Belegnor estaba muy enojado, pero ya no tiene sentido buscar culpables.
Él miró hacia la espada y luego hacia Aldariel.
-Eres demasiado buena, si me hubiera encontrado con Fëagûl en todo este tiempo y hubiera sabido quién era él ya estaría muerto.
-No digas eso Eldarion, no es su culpa, solo quiso ayudar… Si él no me hubiera llevado de aquí probablemente yo ahora estaría al lado de Morgoth.
-Y queriendo ayudar te hizo un gran mal, había otras maneras…
-No pienses así, la ira no conduce a nada bueno…
Ella se acercó a él para acariciarle el rostro pero al instante se detuvo.
-Lo siento…
Él le agarró la mano y le dijo:
-No pidas perdón por eso, no lo hagas.
Se acercó a ella y la besó en los labios, cuando se separaron notó que estaba llorando y le secó las lágrimas.
-No lo volveré a hacer si te atormenta, pero no voy a pedirte perdón.
-No, no quiero que dejes de hacerlo. No volveré a llorar.
-Para todos quizás nosotros seamos hermanos, pero para mi corazón jamás lo seremos.
Ella se abrazó a su cuello y lo volvió a besar dulcemente.
-Para mi corazón tampoco.


*****

Luiniel poco a poco fue quitando su mano de la frente de Eldarion, ya estaba tranquilo y Aldariel aún lo sostenía de su mano. Él abrió los ojos como si estuviera despertando de un sueńo.
-Tía Luiniel... Aldariel...
-¿Estás bien?- le preguntó su tía.
-Sí... ¿qué me pasó?
-Casi caes en las redes del Oscuro, pero logramos frenarlo a tiempo.
-Lo siento...
-No pidas perdón Eldarion, ya pasó y todo está bien. Ahora te dejaré en buenas manos, iré a descansar un poco. Cualquier problema avisen a los guardias que están afuera.
Luiniel salió dejándolos solos. Aldariel aún tenía agarrada fuertemente la mano de Eldarion como temiendo que pudiera volver a entrar en ese estado una vez más. Él le acarició el rostro y notó lo preocupada que ella había estado.
-Gracias.
Ella se sentó a su lado en la cama y lo abrazó fuertemente.
-¿Estás bien?
-Sí, no te preocupes, estoy bien- dijo acariciándole su pelo largo.
-Tuve mucho miedo...
-Yo también. No sé que me pasó... creo que él logro dominarme por completo, sino fuera por Luiniel no sé que me hubiera pasado... y sino fuera por ti no sé si hubiera podido regresar.
Ella lo abrazó más fuerte.
-Tranquila, ya estoy aquí, y no voy a volver a irme.
-Algo debe haberte pasado...
-Eândros me dijo que te irás... y que no quieres que yo te siga.
Ella lo miró a los ojos que comenzaron a llenárseles de lágrimas.
-Lo siento...
-No me pidas perdón por favor...
-No voy a poder soportarlo Eldarion, no podría soportar verte lejos de mi lado. No podría soportar verte casado con una mujer, verte junta ella y a tus hijos... ya te lo había dicho, no podría soportar vivir como tu hermana.
-Y no lo harás, pero por qué no piensas en que yo tampoco soportaría algo así...
-Tú eres el futuro rey de Gondor, tienes una gran responsabilidad sobre tus hombros que tarde o temprano tendrás que asumir, y yo no puedo ser parte de ella.
Eldarion la miró a los ojos, estaba tan triste que toda la tristeza del mundo no sería comparable a la que reflejaban esos ojos verdes.
-Escuchame, realmente no quiero pasar mis últimos días llorando, quiero pasar estos últimos días siendo feliz junto a ti.
-¿Por qué dices eso Eldarion? No dejaré que mueras...
-Y yo no dejaré que seas infeliz mientras yo pueda hacer que no sea así. Quizás cuando todo esto termine tu quieras irte, y no podré impedírtelo, y lo entenderé también... pero ese día yo voy a morirme en vida, jamás volveré a ser feliz, nunca, me case o no, y creo que eso no sería justo para la que fuera a ser mi esposa. Ni tampoco sería justo para un futuro hijo mío. Yo no voy a poder hacer eso, por favor, entiendelo.
Aldariel tenía las mejillas surcadas de lágrimas, el dolor era casi palpable, estaba allí, y ella había logrado controlarlo, por un tiempo, pero el dolor de saber que debería separarse de él era tan terrible que hasta imaginarlo le causaba un gran pesar.
-No podría soportar un día estando lejos tuyo.
-Pero... Eldarion, tu no puedes pensar así, Gondor te necesitará.
-Tu eres más importante que Gondor, y si soy el único que puede hacerte feliz, te pido por favor que me dejes hacerlo.
Aldariel volvió a abrazarlo. Él la llevó con sus brazos hasta la cama y dejó que se acostara allí a su lado.
-Sé que quieres lo mejor para todos, para Gondor, para nuestros amigos, para Bárbol, para nuestros padres, para toda la Tierra Media... y seguramente lograrás salvarlos, pero ¿y tú? ¿quién te salvará a ti? No puedes pensar siempre en los demás, tú también tienes derecho a ser feliz.
Ella acurrucó su cabeza en el brazo de Eldarion y cruzó el suyo sobre su pecho. Él se quedó tendido allí sintiendo su calor. Ella podía hacerle sentir todo ese calor que la presencia de Morgoth le drenaba de su cuerpo. Si había algo que había sentido esas horas era mucho frío, lo único que recordaba era el frío de mil agujas clavándose en su cuerpo y la negrura total.
-Aldariel solo dime sinceramente que serás feliz cuando te vayas y no volveré a insistirte con esto, solo dime que podrás seguir con tu vida normalmente si no estoy ahí y te dejaré marchar.
Aldariel no podía mentirle así que no dijo nada al respecto.
-¿No me lo dirás?
Ella aún no podía articular palabras, estaba demasiado triste y no podía hablar.
-No puedo mentirte Eldarion, no lo estaré, no estaré feliz, pero tampoco lo estaré si vienes conmigo.
Él dio un largo suspiro y le dijo:
-¿Por qué no?
-Porque aquí, toda esta gente te necesita.
-Tú también me necesitas.
-Pero yo no puedo tenerte.
-Yo te pertenezco en cuerpo y alma desde el día en que te conocí.
Aldariel volvió a sollozar, lo que él decía era tan hermoso... pero ella no podía soportarlo, solo le causaba más dolor.
-Por favor no llores... me destruye por dentro verte llorar.
-No puedo... no puedo dejar de llorar...
Él se acercó a ella y la besó dulcemente.
-Dijiste que no volverías a llorar por esto, que querías que lo siguiera haciendo.
Eso era cierto y ella solo le respondió besándolo nuevamente.
-¿Podrías vivir sabiendo que has dejado aquí a toda tu gente sin alguien que los guíe? ¿Podrías vivir sabiendo que no volverás a ver a nuestros padres? ¿podrías vivir conmigo sabiendo que somos hermanos?
-Sí podría porque te amo y sé que puedo hacerte feliz.
-Yo también te amo, más que a nada en este mundo, pero... no puedo simplemente pedirte que vengas conmigo.
-No tienes que pedirmelo, yo lo haré por propia voluntad.
-¿Pero qué pasará con nuestros padres? El maestro Eândros ya dijo que vendrá conmigo...
-Tendrá que venir con ambos.
-No se suponía que te debería convencer yo, sino el maestro Eândros...
-Nadie podrá convencerme, ni siquiera mi padre. Antes de irnos dejaré un edicto firmado abdicando al trono de Gondor en favor de mi hermana Eärwen, yo no volveré aquí, y no trates de convencerme de nada porque ya está decidido.
Y lo dijo tan firmemente que Aldariel no pudo decirle nada al respecto, además no tenía las fuerzas para hacerlo, porque ella quería que él se fuera con ella, a pesar de que sabía que no era correcto.

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