sábado, 25 de septiembre de 2010

Adiós a un viejo amigo

Baranor veía como la garra de aquella criatura, un dragón blanco, atravesaba la armadura sin resistencia alguna provocándole una muerte dolorosa y cruel al que había sido su maestro. La garra destrozó el pecho de Fhilamir que cayó al suelo bajo un charco de su propia sangre.

La garra de aquella criatura, ahora cubierta de la sangre de su maestro y amigo fue la imagen que nubló el juicio de Baranor.

El odio no tardó en apoderarse de su corazón, mientras peleaba contra el Uruk hai en el mismo instante en que Fhilamir era asesinado por esa horrenda y despiadada criatura. El Uruk hai reía de alegría.

Baranor observó con odio al Uruk hai que se regocijaba viendo como esa criatura aniquilaba al humano sin remordimiento alguno, eso lo enfureció aún más y no dudó en decapitar al madito Uruk hai.

Baranor giró con la cintura y con el brazo, de tal manera que la velocidad y fuerza aumentaron de forma increíble, y al viajar la hoja de la espada por el aire produjo un sonido agudo como un silbido.

El sonido resonaba en los oídos de Baranor cual eco en una montaña. El escuchar como la garra penetraba el pecho de Fhilamir provocó en Baranor una sensación de desgarro.

El Uruk hai que en ese momento no pudo reaccionar a la magnitud del ataque, que sucedió muy rápido, fue decapitado en el acto.

La cabeza giró en el aire y rodó al caer en el suelo.

Baranor la observó con mucha ira, él solo quería ver muertos a todos esos malditos orcos que se encontraban a su alrededor. En ese preciso momento recordó las palabras que él les había dicho a sus hombre antes de partir a la batalla, y eso lo calmó pero no pudo recuperar la cordura. Esa ira incontenible que brotaba dentro suyo era mucha, la frustración y el desconsuelo por la muerte de su mejor amigo y mentor no lo dejaban tranquilo, así fue como invadido su corazón por una mezcla de todo tipo de emociones produjo que Baranor se alterara y corriera hacia el cuerpo ya sin vida de Fhilamir.

Baranor aniquiló a todos los orcos y seres impuros que intentaron aproximarse al cuerpo de Fhilamir, se comportó como un perro guardián protegiendo un tesoro.

La aprendiz de Fhilamir también ayudaba con la dura tarea de proteger el cuerpo. Baranor pudo ver que ella se encontraba herida en un brazo y le aplicó un vendaje de inmediato para que así continuaran con la protección del cuerpo del maestro de ambos.

Cuando parecía que la batalla llegaba a su fin, Baranor corrió nuevamente hasta la casa de un hobbit, de donde tomó prestadas unas telas para envolver con cuidado el cuerpo de su amigo. El dolor que tenía en el pecho era muy grande y el remordimiento de no haber podido proteger a Fhilamir ni haberlo ayudado cuando se enfrentó a esa criatura lo destrozó. El había jurado ante los cuerpos de sus padres que no dejaría que ningún ser querido sucumbiese al mismo cruel destino que ellos, eso lo desgarró aún mas. Él no pudo cumplir con ese juramento... las lágrimas de frustración, tristeza y odio corrían por su rostro, Fhilamir ya no se encontraba en este mundo ahora estaba con los Valar.

Mientras envolvía a Fhilamir en las telas, Baranor sentía que debía llevar el cuerpo a Arnor de inmediato para que allí recibiera un entierro digno a un gran guerrero, pero su mente lo hizo entrar en razón, él no podría cumplir ese objetivo ya que el enemigo se había esparcido y aproximadamente 10.000 orcos estarían diseminados por los alrededores. Claramente ir hasta Arnor era una misión suicida.

Al terminar de envolver a Fhilamir en las telas, Baranor notó que había recibido heridas producto de la batalla, pero nublado por la tristeza y la ira el dolor no se había hecho presente hasta ese momento. Baranor llevó el cuerpo hasta la casa de un hobbit ya que allí se encontraría más protegido que a la intemperie. El dolor de las heridas lo obligaron a pensar que si quería llevarlo a Arnor debería recuperar su fuerza, y se dirigió a una casa de curación.

Con el corazón partido y lleno de emociones encontradas llegó Baranor a la casa de curación, al ver allí la imagen de Eärwen curando a los heridos fue demasiado para él.

Eärwen curaba a muchos de los heridos que tenían quemaduras o estaban lastimados, estaba hermosa como siempre. Baranor se sentó en un rincón a esperar su turno, y fue en ese momento cuando la mente le jugó una mala pasada y le hizo recordar toda la tragedia que vivió ese día. Se tomó la cabeza con ambas manos al ver en su mente imágenes de todo los hobbits muertos y la muerte de Fhilamir; veía el cadáver en el suelo lleno de sangre a su alrededor una y otra vez.

Y se dio cuenta que toda esa destrucción era producto de la batalla, entendió también que no tenía a nadie cerca con quien desahogar sus penas.

Él estaba solo y ahora más que nunca necesitaba de un apoyo, la desesperación dominó todo su cuerpo, su familia estaba muy lejos y los recuerdos del Día de las Lágrimas fueron aflorando uno a uno, eso lo llevó más y más profundo en una agonía sin fin.

La promesa volvía a cobrar fuerzas... esa promesa lo estaba matando por dentro Baranor estaba envuelto en su propia agonía.

Entendió que no sería la última vez que volvería a vivir esta situación, eso lo ponía aun más nervioso y triste y lo condujo a pensar que él no era un Valar, y que no podría proteger a todos sus seres queridos siempre.

Envuelto en sus pensamientos Baranor no se percató de que se acercaban a él, se arrodillaron y lo abrazaron, cuando lo abrazaron él se abrazó a ese total desconocido también y se desahogó como un criatura lastimada.

Luego de estar un tiempo llorando en el hombro de esa persona, Baranor logró tranquilizarse y calmar su corazón y sus pensamientos, él ahora no estaba solo, esa persona le brindó el apoyo que él tanto necesitaba.

Cuando dejaron de abrazase, Baranor sorprendido vio de quien se trataba, de la Princesa Eärwen, y se puso muy nervioso.

Hizo ademán de irse, se incorporó dolorido para marcharse pero la princesa le dijo:

-¿Qué haces? Baranor, estás herido, por favor no te vayas– le pidió con la más tierna de las voces.

Baranor se quedó inmóvil apoyándose en la pared mareado por tanto dolor y llanto.

La princesa le dijo:

-No tienes por qué avergonzarte, dijiste que solo los hombres sin corazón no lloran...

-No es eso… me avergüenzo de otras cosas que no pude lograr en el campo de batalla princesa…

-Puedes contármelas mientras trato tus heridas- dijo Eärwen señalándole una cama- Te ayudaré a quitarte la armadura.

Ella le ayudó a quitarse la armadura ya que se encontraba muy dolorido y herido.

-Princesa esto es muy vergonzoso para mí- dijo muy tímido.

La princesa solo le sonrío, y Baranor se dio cuenta que ella tenía talento en la medicina y que no era la primera vez que atendía a un herido como él.

Baranor solo se quedó callado, sentía como las manitas le rozaban la piel sin armadura cuando la Princesa Eärwen desabrochaba los broches de las partes de armadura y le sacaba las placas.

-¿Cuáles son las cosas que te avergüenzan Baranor?

-Que me veas en este estado tan demacrado princesa- contestó riéndose, aunque pronto el dolor lo hizo callar.

-He visto heridos que han regresado mucho peor, créeme- respondió la princesa con una sonrisa.

-Pero no un Capitán- contestó Baranor devolviéndole la sonrisa.

-Mi hermano es el heredero al trono y estaba más herido que tú…

Mientras tanto Baranor miró su armadura, la cual necesitaría ser reparada si es que quería volver a luchar.

-...así que no tienes por qué avergonzarte- finalizó Eärwen.

-Es verdad princesa estoy mejor- contestó Baranor entre risa y dolor- ¿Ya no está más triste princesa?

-No... gracias a tus palabras pude tener el valor de pedirle permiso a mi padre para que me dejara venir a la batalla. Te lo agradezco mucho.

Baranor miró alrededor del lugar para luego contemplar a la princesa y le dijo:

-Sepa perdonarme princesa espero no se enoje.

Baranor sujetó de la cintura a la Princesa Eärwen con el brazo más cercano y la atrajo a su cuerpo, con gran velocidad y firmeza la besó con pasión en sus hermosos labios. El beso fue suave, despacio y con toda da la ternura que él pudo dar; mientras le acariciaba del rostro al cuello.

Baranor notó que ella no hizo ningún ademán para alejarse sino que aceptó aquel impulso y así ellos continuaron con aquel beso, tierno, lleno de pasión y delicadeza; y así Baranor se embriagó con el aroma de Eärwen y lo llevo a un estado de gloria. El estaba feliz y enamorado.

Al separarse la princesa lo miró y le sonrío, y Baranor aprovechó para decirle al oído:

-Gracias Princesa eres la más hermosa de las mujeres y no pude evitar este impulso. Tú eres la única persona que me brindó el hombro para desahogarme por lo ocurrido. Pero no fue solo ese el motivo de mi beso, es que siento cosas por ti, cosas que no he sentido antes por nadie, desde la noche en que nos vimos… sentí que eras especial y que estábamos hechos el uno para el otro.

-Yo soy quien tiene que agradecerte por eso Baranor. Tú has sido uno de los pocos que me vio llorar, y gracias a ti no me siento más apresada en una jaula. He podido venir a ayudarlos a todos, y no sabes lo feliz que me hace eso.

Baranor le sonrío, estaba encantado por tanta belleza junta, parecía tan irreal.

Acariciándole las mejillas, sintiendo la suave y cálida piel de Eärwen, le dijo:

-Lo sé Eärwen, veo en tus ojos lo hermoso de la vida, la felicidad que tienes por estar aquí.

En ese momento Baranor volvió a tener dolores por los movimientos y se quejó.

-¿Te duele? - Le preguntó la princesa.

-Sí, solo cuando me muevo toscamente, pero tus caricias me quitan el dolor princesa.

Baranor le lanzó una mirada de enamorado y ella le correspondió con una sonrisa.

-Me alegro que ahora estés mejor Baranor.

-Sí princesa, pero el dolor del corazón no se fue del todo. Gracias al amor que siento por ti princesa pude aclarar un poco la mente y el corazón.

-El dolor del corazón es difícil de soportar sino tienes a alguien al lado que te ayude Baranor.

-Pero ahora tengo esperanzas de tener a alguien a mi lado Princesa- le dijo sujetándole la mano y mirándola a los ojos. Eärwen contestó acercándose y besándolo apasionadamente.

Eärwen continúo la labor de curar las heridas a Baranor y al terminar le dijo:

-Deberías descansar.

-Lo sé pero ya tendré tiempo para el descanso mi amor.- contestó sonriente - Ahora debo llevar a mi amigo a que reciba la gloria que se merece por dar su vida al su reino y tengo que reparar mi armadura.

Ella lo vio partir sin decir nada, solo le regaló una hermosa sonrisa llena de amor y ternura.

Baranor se volvió a colocar la armadura para salir en busca de Eândros, no tardó demasiado la búsqueda, el Capitán justo llegaba a la casa de curación en ese preciso instante.

-Lo estaba buscado Capitán Eândros, necesito hablar con usted. Se habrá enterado de la tragedia que nos toca vivir hoy… Un gran guerrero se ha marchado de nuestro lado ¿qué debemos hacer, señor, en estos casos?, me gustaría llevar el cuerpo de Fhilamir a Arnor, para que le den el entierro correspondiente- dijo con gran pesar, volviendo a sentir el vacío en su pecho.

-Mi muchacho, no es tragedia, con su sacrificio Fhilamir ha salvado a la Comarca y muy probablemente a Arnor - contestó Eândros palmeándolo en el hombro

-Sé que el enemigo se encuentra cerca. Pero para mí es una pérdida muy grande Capitán Eândros, perdí a mi segundo padre y a mi mejor amigo… es muy duro…- agregó Baranor a punto de quebrarse.

-Lo siento mucho Capitán Baranor, pero el deber nos llama, dejaré el entierro de nuestro compañero a la casa real, nosotros debemos partir.

-Con todo respeto… No puedo dejar el cuerpo de mi amigo aquí debo llevarlo a Arnor y estar en su entierro, es lo mínimo que puedo hacer.

-No quedará aquí, será enterrado en Arnor, justamente eso vengo a arreglar- contestó Eândros con tono severo, apreciando el estado de Baranor.

-Esta bien, Capitán perdone el descaro de mis palabras- dijo resignado a la dureza de aquel guardia real.

-Me temo Baranor que no estaremos para el entierro de Fhilamir… Mañana partiremos a Farngorn junto con Léod y Belegnor, tenemos que ir a recuperar una espada, y ver la situación en el oeste.

-Yo me atrasaré un día… los alcanzaré a mitad de camino tengo asuntos antes de retirarme que resolver… Si me lo permite.

Eândros levantó levemente la ceja y le lanzó una miranda penetrante, claramente no le había gustado para nada las palabras dichas por Baranor a lo que respondió:

-¿A que se debe el retraso? - dijo con cierta rigidez en su voz.

-Tengo que reparar mi armadura, aclarar mi mente y enviar una carta señor- respondió con rapidez.

-El maese Enano se podrá encargar fácilmente de la reparación de tu armadura.

Eändros buscó con la mirada, a alguien o a algo como si se le hubiese perdido, en eso señaló y se acercó a un Enano que fumaba en su pipa, sentado pensativo, con la mirada pérdida en el Sur.

Eändros lo saludó:

-Maestro Enano.

El Enano los miró y dijo:

-Están todos muy conversadores esta noche… dígame señor...

Eândros le contestó con tranquilidad, haciendo un leve ademán con la mano para llamarle la atención:

-Tengo dos cosas que pedirle, si no es mucha molestia.

A lo que el enano respondió:

-Lo escucho.

-Lo primero, mañana partiremos al sur, acompañando a la joven Aldariel, y nos haría un gran honor su compañía y de gran utilidad su talento.

El Enano sonrió, y siguió escuchando atento a lo que Eândros le decía, y acotó:

-Eso ya lo sé, fui el primero de la compañía aunque nadie lo sepa aún... Ahora ya lo saben.

-Pues me alegra ¡mucho! escuchar eso -respondió el capitán sonriente- Lo Segundo, y lamento mucho importunarlo, mi muchacho aquí necesitaría de sus pericias con armaduras. El otro día lo vi trabajar en una armadura élfica, y me preguntaba si podría reparar esta.

Baranor le muestró con la mano donde se encontraban las fisuras, abolladuras y fallas.

-No hay problema, no hay armadura que no pueda reparar, sea élfica o enana...Las repararé en viaje.

Eândros miró a Baranor y le dijo:

-Pues bien, con el tema de la armadura solucionado, solo quedan su cabeza y la carta… Escriba la carta esta noche y mañana la enviaremos con uno de los jinetes de Rohan. Y con respecto a su cabeza... -dijo algo pensativo, y agregó luego de un momento- Pues tendrá que aclararla en el camino, lo siento. Discúlpame por no poder darte el tiempo que necesitas, pero la Tierra Media esta de por medio.

-Lo se señor Eândros de eso no lo dude, le agradezco la molestia. Señor otra cosa más ¿que haremos ahora con los restos de Fhilamir? ¿cuáles son los pasos a seguir?

-Iré a hablar con la princesa respecto de eso.

-Esta bien Señor, ella se encuentra aquí curando a los heridos.

Eândros le sonrió y le asintió con la cabeza y luego dijo:

-¿Le puedo ayudar en algo más Capitán?

-Gracias Señor pero voy a acompañar los restos de Fhilamir hasta que nos tengamos que ir si eso es posible- contestó con una mirada llena de dolor.

-Debería escribir la carta primero, si quiere enviarla mañana antes de partir y Capitán, no esté triste, Fhilamir murió como vivió, como un hombre libre- le dijo Eândros al encaminarse hacia donde se encontraba la princesa.

Baranor se marchó. En sus pensamientos aún seguiría con vida el recuerdo de Fhilamir, en las enseñanzas que le dejó a sus discípulos y en el corazón de todas las personas a las cuales Fhilamir había conocido.

Con una sonrisa empapada en lágrimas declaró a la luna:

“Fhilamir tu muerte no será en vano.”

(escribió Diolink, corrigió Gonza)
(roleado on line con Diolink y Gonza)

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